viernes, 20 de marzo de 2015

María

A María le gusta hablar sola. Lo hace a todas horas, en casa, en la calle, en el trabajo... Hace tiempo que se acostumbró a que la miraran como a un bicho raro y dejó de disimular con los auriculares del móvil para que pareciera que mantenía una conversación telefónica. María es una chica tímida, de pelo encrespado y mas pecas que lunares. Cuando habla le gusta hacerlo despacio y pronuncia las consonantes como si fueran una barra fija donde las vocales practican sus ejercicios de danza.
Esta mañana María salió a dar un paseo. Mientras miraba un escaparate se fijó en su reflejo. Estaba hablando sin más compañía que la de su sombra y sus sueños. Y allí, sin poder parar de hacerlo, se dio cuenta de que en realidad no hablaba sola, ni a su propio reflejo. María fue consciente en ese mismo instante de que en realidad hablaba con él. Lo hacía desde hacía años. Lo hacía así como sin querer, aún sabiendo que no estaba y de que probablemente nunca lo estuvo. Le contaba lo que había hecho durante el día, pero solo lo importante, para parecer que había sido interesante. Hablaba con naturalidad y cierta gracia, para enmascarar el peso de la ausencia, como si no sintiera que su corazón estaba aún mas encrespado que su pelo y que tenía mas lunares que pecas.

 María siguió hablando en voz alta. Y supo que lo haría siempre porque era a él a quien hablaba. Aunque el mundo creyera que seguía hablando sola.

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